Agenda Pública

El agua, eje de la crisis climática

¿Cuáles son los principales contaminantes y prácticas nocivas sobre las fuentes de agua dulce? ¿Nos ocupamos en la práctica de cambiar nuestros hábitos? Nueve de cada 10 argentinos cree que las leyes no son estrictas ante delitos ambientales. La lista de los ríos más contaminados de Argentina.

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agenda-publica-abril-principal-web2024 Fundación COLSECOR

Si hay algo que caracteriza a la sociedad actual es la extendida preocupación por ciertos temas que apenas unas décadas atrás se desconocían o se ignoraban. Uno de ellos se vincula con la contaminación del agua. Así lo manifiestan también los argentinos a través del estudio “Problemas y percepciones respecto a prácticas ambientales y gestión de residuos en Argentina” realizado por la Fundación COLSECOR. La Agenda Pública del mes de abril se propone, por lo tanto, relevar los principales contaminantes y prácticas nocivas sobre un recurso que escasea en todo el mundo, al mismo tiempo que se busca concientizar sobre la necesidad de cambiar hábitos, reclamar políticas públicas ambientales y participar en organizaciones o actividades vinculadas con el cuidado del agua.

Según el trabajo de la Fundación COLSECOR realizado en noviembre de 2023, los principales problemas ambientales son, en primer lugar, el cambio climático (17,9%), en segundo término, la contaminación del agua (13,1%), seguido por los residuos (9,9%), la contaminación del aire (8,2%) y la deforestación (7,6%). En las localidades más pequeñas (de menos de 10 mil habitantes) la brecha de preocupación entre cambio climático (15,8%) y contaminación del agua (13,3 %) es menor que en las grandes ciudades (más de 100 mil habitantes), donde optaron en mayor porcentaje por seleccionar el cambio climático como el mayor problema (18,5%) y, en segundo lugar, el agua (12,4%). Como sea, en términos generales y de forma amplia, las personas encuestadas coinciden en “estar muy de acuerdo” o “algo de acuerdo” (94,1%) en que el ambiente debe ser protegido cueste lo que cueste. A medida que se avanza en la edad, las personas reconocen tener mayor conciencia ambiental. Los datos completos y desglosados se pueden descargar de aquí.

¿Por qué nos preocupamos por el ambiente? Su protección se ha configurado socialmente como un valor, como un propósito a alcanzar. Y no es para menos: los estudios sobre condiciones y deterioro medioambiental con base científica, dan cuenta del desgaste en la calidad de los entornos naturales, especialmente en lo que concierne a la disponibilidad y calidad del agua. Ahora bien, ¿nos ocupamos en la práctica de cambiar nuestro consumo? Según el informe de la Fundación COLSECOR que se basó en 1465 casos distribuidos en diferentes regiones del país, el 56,6% respondió tomar medidas frecuentemente para economizar el agua como realizar duchas cortas, reutilizar o no regar, entre otras. Un 35, 4% respondió hacerlo de vez en cuando y solo un 7% reconoció no hacerlo nunca. Ahora bien, otras medidas que colaboran en reducir el impacto sobre nuestros recursos hídricos tuvieron respuestas variadas. Mientras que 9 de cada 10 encuestados mencionaron tener “frecuentemente” o “de vez en cuando” hábitos amigables con el ambiente (uso de bolsas reutilizables para hacer las compras, compra de productos con un empaquetado mínimo, entre otras), es menor el porcentaje de quienes separan la basura (49% los hace frecuentemente, 35,5% de vez en cuando y un 15% nunca lo hace) y menor aún quienes realizan compostaje de los residuos orgánicos (el 40% manifestó que nunca lo hace, contra el 27,5% que lo implementa frecuentemente y el 29,7% de vez en cuando). Una incorrecta o insuficiente gestión de los residuos impacta de modo directo en los cursos de agua. Naciones Unidas precisa que “la meta de poner fin a basurales a cielo abierto se vincula con varios Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), entre ellos el numero 6: agua limpia y saneamiento”.

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Principales causas de contaminación

El incremento poblacional alrededor de los recursos hídricos, la extensión de la frontera agropecuaria, la cría intensiva de animales, el vertido de contaminantes de numerosas industrias, el calentamiento global, la desertificación y el derrame de hidrocarburos constituyen el listado de las causas más relevantes de contaminación del agua dulce. 

La urbanización es el desarrollo en suelos naturales o inutilizados, de zonas residenciales, comerciales e industriales. Este proceso influye sobre el ciclo hidrológico, la mayoría de las veces de forma negativa. En lo que hace a la calidad del agua, las actividades humanas producen un gran volumen de residuos de muy diversa naturaleza que en muchos casos son depositados sobre la superficie de las cuencas urbanas y, posteriormente, con las precipitaciones, arrastrados hacia los cauces receptores. Esto hace que aumente la carga de contaminantes; varíen las temperaturas de las aguas y disminuya la diversidad de la vida acuática.

Sobre el impacto de la urbanización, Pedro Carriquiriborde, investigador de Conicet, entrevistado el año pasado por la Fundación COLSECOR en el proyecto Redacción Mayo[1], explicó:  “Cuando la gente se va a vivir a las afueras de la ciudad, la comunidad de peces se ve significativamente alterada; hay un deterioro muy grande de las cuencas hídricas a partir de la urbanización, lugares donde en un plazo corto de tiempo se pasó de tener 20 especies a tener sólo una o dos especies”. 

No es casual que los afluentes más contaminados del país se encuentren cerca de grandes áreas urbanas como Matanza Riachuelo y el Reconquista que cruzan la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipios del conurbano bonaerense, Salí-Dulce en la provincia de Tucumán (producto de la contaminación industrial, especialmente de  ingenios azucareros) y Suquía y Lago San Roque en Córdoba. Sobre estas últimas cuencas, un reciente estudio del Laboratorio de Investigaciones en Contaminación Acuática y Ecotoxicología (Licae) de la Universidad Nacional de Córdoba y Conicet, recopila datos a partir de una treintena de investigaciones que desarrollaron a lo largo de 20 años. En esa secuencia estacional histórica, el estudio da cuenta de los altos niveles y la amplia variedad de contaminantes que concentran las dos cuencas hidrográficas más importantes de la provincia de Córdoba: en el río Suquía el resultado sorprendió por el riesgo alto ante la presencia de contaminantes farmacéuticos y en el Lago San Roque, en el Valle de Punilla, el riesgo por cianotoxinas, bacterias que ponen en riesgo la salud humana, en tanto el San Roque es la principal fuente de abastecimiento de agua potable de la ciudad de Córdoba, que también posee uso recreativo durante el verano.

Situación similar se da con los afluentes de la provincia de Río Negro. Un estudio de la Universidad Nacional de Río Negro da cuenta del alto nivel de contaminantes que sufre toda la cuenca y las fuentes de origen. Los sitios de muestreo fueron los más representativos de la cuenca sobre los ríos Limay, Neuquén y Negro. Entre los resultados de la investigación se observó que la cuenca está afrontando una fuerte presión antrópica, producto de la concentración poblacional y el desarrollo de actividades agrícolas, extractivas e industriales. El año pasado la Justicia Federal realizó allanamientos por vertidos ilegales en las aguas que desembocan en el río Negro. 

Por otro lado, el sector agrícola industrial es responsable del 70% del total de las extracciones de agua dulce del mundo y el que utiliza mayor cantidad de agua, a lo que hay que agregar que su impacto en la contaminación de este recurso natural es relevante. Sin embargo, según una reciente encuesta de la ONG internacional OXFAM, tan solo el 28 % de las empresas agroalimentarias más influyentes del mundo afirma estar reduciendo sus extracciones de agua, y únicamente el 23 % dice estar tomando medidas para reducir la contaminación del agua. Sobre esto, el 75,8% de las personas que participaron de la investigación de la Fundación COLSECOR respondió que las industrias y empresas son “muy o algo responsables” del cuidado ambiental.

Aunque los negacionistas insistan en que se trata de un mito, el cambio climático representa una de las mayores amenazas a las que se enfrenta el ser humano. Y una de sus consecuencias más graves es la contaminación del agua. Esto se debe a que el aumento de las temperaturas provoca una mayor evaporación, lo que intensifica el ciclo hidrológico de nuestro planeta, alternando entre precipitaciones extremas y largos períodos de sequía. Cuando cae demasiada lluvia de una vez, el suelo y las plantas no pueden absorberlo todo. Esto conduce a un fenómeno conocido como “escorrentía”, por el cual el exceso de agua se drena en los ríos cercanos, recogiendo desechos y contaminantes en el camino. Esta agua contaminada acaba en lagos, turberas, mares y océanos, contaminando todo el suministro.

Por otro lado, el derrame de hidrocarburos es una de las fuentes de mayor peligrosidad para el ambiente acuático. Vale recordar que el 15 de enero pasado se cumplieron 25 años del mayor ecocidio de ese tipo en aguas dulces: fue en las costas de la ciudad de Magdalena, provincia de Buenos Aires, cuando el barco Sea Paraná, de bandera alemana, impactó contra el buque Estrella Pampeana de la empresa Shell. Como señala esta nota periodística, el petróleo no solamente afectó a la flora y la fauna al punto que las imágenes de aves empetroladas dieron la vuelta al mundo, sino a las microeconomías locales, dado que el acceso al agua estuvo vedado tres veranos en el balneario de Magdalena, mientras que los “junqueros” o recolectores de junco y los pescadores artesanales se vieron impedidos de continuar con estas actividades de subsistencia. Aunque este suceso marcó un hito histórico en la normativa que regula la materia en nuestro país y la posterior ratificación de los Convenios Internacionales que rigen la materia, los habitantes de Magdalena aún esperan que haya una reparación por parte de la Justicia. Pasó un cuarto de siglo y la empresa Shell nunca fue multada por haber provocado el mayor ecocidio en aguas dulces en la historia mundial.

 

Por más agua segura

El agua es un bien común no renovable, que en su mayor proporción no resulta apto para el consumo humano. Además de los problemas de contaminación, preocupan la escasez e inequidad en el acceso a este bien. Se trata de un derecho humano, esencial, que no disponen todos: según la ONU, actualmente alrededor de 2.000 millones de personas no tienen acceso al agua, de las cuales 7 de cada 10 viven en zonas rurales y un tercio en los países menos adelantados. Bajo el actual escenario de cambio climático, se calcula que cerca de la mitad de la población vivirá en áreas afectadas por un alto grado de estrés por déficit hídrico para 2030. Y al menos una de cada cuatro personas probablemente vivirá en un país afectado por la escasez crónica y reiterada de agua dulce para el 2050. El problema podría escalar a conflictos entre países, porque más de 3000 millones de personas en todo el mundo dependen de agua que atraviesa las fronteras nacionales. Sin embargo, solo 24 países tienen acuerdos de cooperación para todos los recursos hídricos que comparten, publicó Naciones Unidas en un mensaje por el Día Mundial del Agua en 2024, celebrado el pasado 22 de marzo. 

José “Pepe” Mujica, ex presidente de Uruguay y actual presidente honorario de la Fundación COLSECOR, advierte, desde hace años, sobre esta crisis del agua como centro de la crisis climática. Uno de sus discursos más fuertes y emotivos lo dio en 2012, en la conferencia de las Naciones Unidas Río+20 por el desarrollo sostenible:

 

Tenemos que darnos cuenta de que la crisis del agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa. La causa es el modelo de civilización que hemos montado. Y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir (José “Pepe” Mujica, junio de 2012)

 

¿Qué podemos hacer para cuidar el agua? En primer lugar, partir de la conciencia de que “es imposible cuidar el medio ambiente con una cultura basada en el despilfarro”, tal como sostiene Mujica. Algunos hábitos sustentables los podemos hacer en casa: desde reutilizar el agua, colocar el modo económico o ecológico en el lavarropas o reparar canillas que goteen (ya que se estima que estos desperfectos derrochan más de 50 litros en un día), hasta cuidar el agua de las piletas, pues pueden demandar más de 20.000 litros. Según el sondeo de Fundación COLSECOR, la gran mayoría de los encuestados respondió estar muy de acuerdo (62,5%) o algo de acuerdo (30,9%) con la siguiente afirmación: “el deterioro ambiental puede detenerse con un cambio en el modo de vida”. 

Más allá de lo que se puede hacer en términos individuales, para conseguir verdaderos cambios es necesario pensar el ambiente desde una perspectiva social. Así lo entendieron en la cooperativa Bioregión, de General Pico, que desarrolla un novedoso Proyecto Agrocológico, denominado “PlanTAR”: se trata de una planta de tratamiento de efluentes, en un espacio de humedales que acompaña la purificación del agua residual de la ciudad y a la vez buscar reutilizarla para evitar que el lugar y las zonas aledañas se inunden. Los humedales, además de ser un reservorio de agua dulce, amortiguan los impactos de las lluvias, controlan la erosión y son destacados sumideros de carbono. Argentina todavía sigue sin Ley de Humedales.

Reclamar que el Estado tome medidas de adaptación al cambio climático, acciones preventivas, campañas de concientización sobre el cuidado de los recursos naturales, como el agua, es fundamental en la lucha por un ambiente más sano desde una perspectiva comunitaria. Además, como detalla esta nota periodística, Argentina es uno de los países de América Latina que se encuentra más rezagado en materia de normativa ambiental. Las propias respuestas del sondeo de la Fundación COLSECOR dan cuenta de esa deuda: casi 9 de cada 10 encuestados considera que las leyes en el país no son suficientemente estrictas para castigar a quienes dañan el ambiente (87,6% entre quienes están “muy y algo de acuerdo”).

La amenaza a recursos no renovables como el agua dulce no es solo a futuro, también es inmediata. Argentina es uno de los países con mayor reserva de agua dulce. Se ubica a nivel mundial en el puesto 16 del ranking. Una de las razones de esta gran abundancia es la existencia del Acuífero Guaraní que se comparte con Brasil, Paraguay y Uruguay. A contramano de lo que dijo en campaña el presidente Javier Milei sobre la contaminación de los ríos (“¿cuál es el problema de que una empresa contamine un río?”), este recurso hídrico tiene un valor incalculable y la protección de su accesibilidad y calidad una responsabilidad de todos (fundamentalmente de los gobernantes).

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